Nunca
nos paramos a pensar lo extraña que es la existencia. Todos los que
necesitan creer en esoterismos, magias, religiones y otras fantasías
tienen, en realidad, una idea muy prosaica de la vida, de la
existencia. No se dan cuenta de lo extraño y extraordinario que es
simplemente existir, les parece de lo más normal y entonces inventan
cuentos para echarle un poquito de sal a la cosa. Luego nos acusan de
no estar abiertos a las “maravillas” que ellos imaginan cuando es
al revés: ellos son los ciegos, los insensibles, los que no ven más
allá de sus narices, los que no se enfrentan al Misterio. Y, si
alguna vez vislumbran fugazmente su reflejo solo de reojo, se
apresuran a taparlo con dioses, chamanes y brujerías varias.
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