domingo, 15 de abril de 2012

Había sangre en las escaleras. Mi vecina Antonia observaba tras su puerta entreabierta. No fue fácil subir sin mancharme los zapatos. Esta vez habían dejado la muerta justo delante de mi puerta. Todo aquello no podía ser casual. Metí la llave y abrí procurando no mirarle la cara. Salté el cadáver y fui directo a mi cama, ya pensaría más tarde en asesinatos, ahora necesitaba dormir.

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