Me había traicionado una, dos, cinco, diez veces. Y siempre le perdone. Pero, desde que cumplí los cuarenta, sus traiciones empezaron a ser algo cotidiano. Un día no pude soportarlo más y le asesiné.
No me arrepiento.
Estoy mucho mejor sin mi puto subconsciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario